viernes, 7 de agosto de 2015

Silueta



                                 

Silueta



Con un buen contraluz puedes atrapar una silueta a la medida de tus caprichos; después sólo es cuestión de imaginar.

Ahí estaba como un barco fantasma, amarrado a un muelle inexistente.

En el interior de esa silueta se esconde un laberinto interminable de pasillos y despachos; una amalgama incalculable de ordenadores, pantallas y cables. Objetos y utensilios tan inanimados como necesarios pueblan las mesas de los que están obligados a cohabitar a diario entre complicidades y desavenencias soterradas o no; entre secretos a voces o mudos.

Pero ahora, mientras el roce cotidiano descansa,  y en los pasillos y despachos aún se oye el murmullo del eco de las voces de quienes al anochecer como una diáspora se dispersan a lo largo y ancho de la ciudad ;  ahora que en la cara oculta de este mastodonte de cristal, cemento, hierro y aluminio, no se ve luz alguna; ahora, puede que sea el momento esperado, o el momento elegido,  simplemente la ocasión propicia para refugiarse en la soledad de algún despacho: adictos al trabajo porque sus casas se les cae encima; amantes ocasionales de oficina, que se prometen una vez más no volver a las andadas antes de que se enteren sus respectivas parejas; solitarios de llanto escondido que no tienen quién les espere, etcétera.

La historia más insospechada puede estar ocurriendo en este momento dentro de esa silueta inerte y gigantesca.

Puedes imaginar la que quieras, la más inverosímil es probable que esté ocurriendo.

Una silueta puede ser la cara oculta de lo inimaginable; la fachada de lo invisible.


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