La orquídea y la luz prestada.
En la cristalera del ático
que está frente a mi casa, se refleja el sol cada tarde. No dura más de cinco
minutos; metro y medio de cristal no dan para más.
La luz que entra como una
saeta en mi salón y mi estudio, es extraña; es una luz velada, llega con un
brillo disminuido y opaco: una luz prestada.
Es también, una luz
exclusiva. El sol cruza por encima de la calle y, poco antes del mediodía, mi fachada está en la sombra.
No entra siempre a la misma
hora, cambia lentamente a medida que pasan los días y se irá diluyendo hasta el próximo otoño.
Las dos únicas maneras que
tenía de cazarla era con un vídeo o con una fotografía.
Con un vídeo me parecía
demasiado ventajista. Sería como el cazador que no sólo juega con la ventaja de
utilizar un arma de fuego, sino que además, lo hace con una mira telescópica
perfectamente calibrada. Tremenda hazaña de las dos maneras.
La fotografía era lo suyo;
era jugar a tres bandas con poco margen de error. Quizá saber que no disponía
de tiempo y que tendría que esperar al día siguiente, si no se daba bien, tenía
ese punto y aparte que merecía la ocasión.
Mientras ponía y quitaba
objetos, buscando alguna cosa que me sirviera para ese momento, no me daba cuenta de
que lo que pretendía, ni más ni menos, era atrapar esa luz extraña y plomiza. Necesitaba un cebo.
Una de las veces que fui
al salón a ver que encontraba, allí estaba, al lado del balcón, detrás de los
cristales, como si me
esperara desde días atrás diciéndome:¡Eh, que estoy aquí!
Allí estaba esa orquídea con toda su belleza.
La llevé al estudio; la
preparé para la inminente cita, y, cuando la extraña luz apareció, me di cuenta
de que ninguna otra cosa viva o inanimada, hubiera dado más juego, ni se
hubiera compenetrado tanto con esa luz que se reflejaba en los cristales de la ventana de enfrente.
Ninguna de las dos se
volverán a encontrar, ésa fue la única y última vez.
Ese momento no se volverá a repetir. Lo efímero de lo irrepetible es lo que me interesa. La
inercia, la anestesia, la rutina y el letargo, ya nos lo venden a granel.
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