domingo, 2 de marzo de 2014

El misil inteligente.




El misil inteligente sale a toda hostia, cuando sobrevuela su objetivo militar, divisa un pueblo a unos 500 metros de la base; se dirige hacia las casas de adobe que se funden con la arena del desierto; se posa con suavidad en el suelo y se apaga.
Mientras que la arena se va reposando de nuevo, después del aterrizaje vertical, le salen patas y brazos con pinzas a modo de piernas y manos; al mismo tiempo, su cuerpo metálico,  se esconde bajo una chilaba y un turbante. Se le abren dos ojos luminosos y una boca de acero con dientes como puñales, tras una sonrisa inteligente. Golpea la puerta de una de las casas; sale un nativo y pega un respingo hacia atrás al ver esa cosa que hay en la entrada a las 3 de la mañana. La cosa que está ahí plantada, le pregunta (en árabe claro) con voz metálica y robótica: ¿hay militares en estas casas?
El nativo niega con un gesto, mientras que tiembla y no puede articular palabra alguna. El misil inteligente (es muy, pero que muy inteligente porque su inteligencia se nutre de un software de 3ª generación, inventado a su vez por científicos ¨very¨, pero que  ¨very¨ inteligentes),  le vuelve a preguntar:¿está seguro? El nativo asiente con la cabeza, totalmente aterrado y ya, con toda la familia detrás y con los atuendos propios de la hora que es: camisones, pijamas, chanclas (árabes, por cierto), etcétera. El misil dice: Siento haberles despertado, ¡hala! a dormir todo el mundo.
El monstruo se va, el hombre cierra la puerta; se pone a mirar por una ventana junto a los suyos, detrás de los visillos.
El misil inteligente se aleja de puntillas para no hacer ruido. Se dirige hacia a la base militar y, cuando la tiene a tiro, se le cae el disfraz; se le encojen las patas y los brazos; comienza a salir fuego por donde antes salían las patas; sube enfurecido hacia la oscuridad de la noche y, cuando ha subido un kilómetro y medio, se revuelve hacia abajo. Ahora es un misil muy cabreado, con los dientes  de acero tan abiertos  como los de un tiburón ante su presa;  la baba aceitosa que procede de sus entrañas se le escapa por la comisura de su metálica ¨boca¨.   Desciende a una velocidad endiablada, y con una furia terroríficamente fría y calculada, apunta con toda precisión al cuartel donde, finalmente cae y explota.
A lo lejos, en la silenciosa, plateada y mágica noche del desierto, se oye un estruendo inesperado, y al mismo tiempo, se ve un magnífico espectáculo de fuegos artificiales bajo las lágrimas de la luna.
Mueren 2 comandantes, 3 capitanes, 5 sargentos, 4 cabos y 50 soldados. Da la casualidad de que entre esos soldados, algunos tenían sus familias en las casas donde había estado antes el ¨amable¨ misil inteligente.
En esas casas no queda un cristal entero, ni platos ni floreros. Las puertas y ventanas están todas descuadradas; la gente del pueblo sale aterrada de sus chozas de adobe sin saber que ha ocurrido. En fin, lo normal en estos casos.
Por cierto, al abuelo de la casa escudriñada por el misil, le dio un ataque al corazón, pero eso, como todo lo anterior, son daños colaterales.
La democracia está en marcha. Este artefacto ha hecho bien su trabajo; ahora nosotros, los occidentales, podemos dormir tranquilos.

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