Era Agosto y yo estaba en la
terraza de un décimo piso. Subir allí es ir a recoger postales en vez de setas;
te puedes llevar un cesto en tu cámara, y más si eliges bien la hora.
Cuando es uno de esos días de
nubes con prisa, y se amontonan y se mezclan sin tregua alguna, la luz pinta
cada minuto distinto del anterior.
Ese día no había ninguna
nube, el cielo de las nueve de la noche enrojecía hacia la oscuridad y a mí me
quedaba poco tiempo de recolecta.
Ya llevaba suficientes fotos, pero
ese sol escurridizo pegado al edificio merecía una más. Cuando ya la tenía a
punto, aparece un maldito cable ahí en medio. No había manera, esa línea
divisoria y transversal rompía la postal antes de que existiera. Así que, como
el tiempo se me iba de tal manera que pronto perdería color, decidí darle el
protagonismo que requería esa cosa.
El problema era que no sólo estorbaba, sino que encima jugaba
al gato y al ratón con la cámara: no la podía esquivar, pero tampoco se dejaba
enfocar.
Finalmente acercándome más de
lo que hubiera querido lo cacé.
Nunca habría pensado que todo
un paisaje y un atardecer servirían de soporte y adorno para un cable, sin más
interés ni servicio que sujetar una antena en el edificio de enfrente.
Las líneas divisorias con las
que nos encontramos a lo largo de la vida son muchas, quizá demasiadas, y no
siempre se pueden sortear. Entre otras razones porque somos líneas
divisorias ambulantes.
Si todas las que nosotros
mismos trazamos brillaran como leds, veríamos con estupor que vivimos dentro de
nuestra propia jaula desde siempre y para siempre.
Para comprobarlo sólo hay que
coger un papel e ir apuntando aquellas a las que no puedes renunciar; las que
te impiden hacer la foto de detrás con claridad, porque están ahí puestas por
ti para no pasar tú o que no pasen hacia ti.
En fin, era sólo de una foto
de lo que quería hablar, pero el boquerón que llevo dentro se empeña en darle a
la tecla en este caso, en vez de a la húmeda. Es un boquerón con vida propia, que se fija como un búho, pero me habla como una cotorra, y
yo no puedo hacer nada por callarlo, me cuenta cada cosa, y además sin parar. Es un pesao, por ejemplo ahora mismo está escribiendo él, yo
ya me he ido, porque sólo quería hablar
de una…fotografía.
ha dado para mucho la linea...me ha encantado....
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